Julio Boltvinik
■ Para comprender la crisis IV
Flores Olea: EU, locura histórica; Esquivel: México, pasividad gubernamental
La ponencia de Víctor Flores Olea en el seminario sobre la crisis, que organizó la Fundación Heberto Castillo y que he venido analizando en esta serie de entregas, comienza caracterizando el periodo de G. W. Bush en Estados Unidos como uno de locura histórica. Señala que, en opinión de muchos, la crisis actual es tan seria o más que la Gran Depresión: “la caída de Wall Street es al fundamentalismo del mercado lo que la caída del Muro de Berlín fue al comunismo”, dice citando a Stiglitz. Sin embargo, Flores Olea expresa sus dudas que estemos ante el fin del fundamentalismo del mercado por las presiones de sus beneficiaros. Cita a Stiglitz, quien dice que no fue un error sino una cascada de equivocaciones las que condujeron a la crisis actual. Enumera y comenta las siguientes: a) La permisividad de Alan Greenspan, quien al mando de la Reserva Federal permitió oleadas de liquidez, se retiró de la vigilancia de las instituciones económicas y alentó dos burbujas financieras: la de los punto com y la de los bienes raíces. b) Malos préstamos, complicados instrumentos y trampas que convirtieron al sistema financiero en un casino, mientras las autoridades “dejaron hacer, dejaron pasar”. c) La desregulación, que partió de la falsa premisa que el mercado y las instituciones se autorregulan, permitió una economía fundada en la especulación y en el traslado de la riqueza a unas cuantas manos. Flores Olea expresa aquí la duda de si Obama, con un equipo integrado por varios funcionarios que estuvieron en el origen de la crisis, será capaz de controlarlos. d) La disminución de impuestos a los ricos, instrumentada porque se pensaba que favorecería la inversión productiva, resultó un ingrediente más para favorecer la crisis porque contribuyó a la especulación. e) La tolerancia al maquillaje (fraude) contable en muchas empresas. f) Caos en las decisiones de los últimos meses del gobierno de Bush, donde se practicó una discrecionalidad casi absoluta en el rescate de empresas. Después de esta enumeración, Flores Olea analiza una las condiciones para la recuperación, la nacionalización bancaria, señalando que la confianza perdida en los sistemas financieros será una de las mayores dificultades para la recuperación. Dice que tanto Stiglitz como Krugman ven la nacionalización de los “bancos” como tal vez la mejor medida que puede tomarse, pues es una forma de salvar al sistema financiero sin otorgarles un regalo gigantesco a sus accionistas.
Gerardo Esquivel, después de una breve reflexión sobre el carácter inédito tanto de la crisis actual como de la respuesta de política económica en Estados Unidos, identificó en su ponencia, seis canales por los cuales la crisis se sentiría en México1: 1) afectaría las exportaciones mexicanas, sobre todo a 80 por ciento que van dirigidas al mercado de Estados Unidos, lo que disminuiría el empleo en los sectores que producen bienes exportables; 2) el turismo sufriría una caída importante, puesto que uno de los primeros ajustes al reducirse el ingreso de los hogares se da en las cuestiones de esparcimiento; 3) las remesas, que constituyen la principal fuente de divisas de la economía mexicana, se reducirían afectando a grupos poblacionales de menores ingresos concentrados en ciertas regiones del país; 4) la inversión extranjera se reduciría en todo el mundo, incluido México (véase en la Gráfica la caída de la inversión Bruta Fija Total), lo que se reflejaría en pérdida de empleos; 5) el precio del petróleo bajaría y ello afectaría los ingresos del sector público, lo que tendrá un costo en términos de gasto social y en infraestructura; 6) el peso se depreciaría. Todo lo anterior, dijo Esquivel, afectaría fuertemente la actividad económica y el empleo. Estimó una caída de hasta 6 por ciento en el PIB en 2009, hizo notar que sería similar a la de 1995, y pronosticó que la recuperación sería más lenta que en la crisis anterior por la falta de dinamismo de la economía mundial. Ahora sabemos que la caída fue todavía mayor (a pesar de que el pronóstico del autor casi triplicaba el del Banco de México en ese momento), mientras su vaticinio de una recuperación lenta sigue siendo acertado. Esquivel critica la actitud pasiva del gobierno mexicano y afirma que “a diferencia de lo que ocurre en otros países, en México las decisiones de política económica parecen responder a una lógica muy distinta a la de una situación de crisis”, lo que ejemplifica con la política del Banco de México de mantener altas tasas de interés, derivada de la percepción de que el riesgo inflacionario es todavía alto; y con la política de la SHCP que, “en vez de plantear la necesidad de un estímulo fiscal importante que pudiera compensar al menos parcialmente el choque negativo externo, ha decidido que esto no es necesario y se ha empecinado en aumentar el precio de insumos clave, como la gasolina y el diesel...”. El autor califica las medidas de política contra la crisis, anunciadas por el gobierno federal a principios de 2009, como “notoriamente insuficientes para atender un problema de actividad económica y empleo como el que es previsible anticipar para el país”.
Esquivel propone cinco medidas de política: 1) Enfrentar la crisis mediante una combinación acertada de políticas fiscales y monetarias expansivas, para lo cual es “necesario revisar el mandato del Banco de México...hacia un esquema con un objetivo dual (inflación y crecimiento). 2) “Revisar la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria que, al establecer un Déficit Fiscal Cero, limita enormemente la capacidad del gobierno de realizar políticas contracíclicas... debería establecerse una Regla Fiscal Estructural que nos permita ahorrar recursos en época de bonanza, los cuales podrían ser gastados en épocas de crisis”. 3) En ausencia de una reforma más general, debería establecerse un Seguro de Desempleo para los trabajadores formales que pueda ser el inicio de una verdadera reforma social y laboral en el país... [y que] tendría enormes beneficios para los trabajadores, además de que se volvería un programa anticíclico implícito en el diseño mismo de la política económica... [y] generaría incentivos muy importantes para que los trabajadores buscaran formalizarse...” 4) “Debe revisarse a la baja la tasa del IETU, ya que este impuesto, diseñado como un impuesto de control en épocas de crecimiento, puede tener efectos perniciosos en un momento de recesión, al obligar a muchas empresas a pagar impuestos a pesar de que estén incurriendo en pérdidas”. 5) Revisar a fondo el gasto público e implementar un verdadero programa de austeridad y eliminación de gastos superfluos, y destinar los recursos así ahorrados a gasto social y de infraestructura. Pocas medidas pero importantes y coherentes para establecer una política económica keynesiana y sustituir la neoliberal vigente. Araceli Damián, en su ponencia, coincide con las propuestas 1 y 2, y en la suya, Pablo Yanes coincide con la 1. Ambas propuestas han sido reiteradas por los partidos de izquierda.