viernes, 8 de enero de 2010

Para comprender la crisis I

Artículo publicado en La Jornada el 08 de enero del 2010
Julio Boltvinik
■ Para comprender la crisis / I
■ Armando Bartra y el Sexto Sol
El seminario La crisis capitalista mundial actual, organizado por la Fundación Heberto Castillo (FHC), se propuso examinar, en tres mesas redondas celebradas en el primer trimestre de 2009, los orígenes, la especificidad y consecuencias (en México y el mundo) de la crisis mundial iniciada en 2007. La primera mesa redonda se propuso explorar los orígenes de la crisis y en ella fueron ponentes Arturo Guillén y Víctor Flores Olea. La segunda mesa redonda se diseñó con la intención de explorar la especificidad de esta crisis y analizar la validez actual de las explicaciones marxistas. En ella participaron Armando Bartra, Luis Arizmendi y Julio Boltvinik. La tercera y última mesa se dedicó a explorar las consecuencias económicas y sociales de la crisis mundial en México. En ella participaron Gerardo Esquivel, Araceli Damián y Pablo Yanes. Me tocó a mí la coordinación del seminario y la preparación de las memorias (que pronto verán la luz). En la serie que hoy inicio, comentaré algunas ponencias tratando de destacar en qué nos ayudan a comprender la crisis. La brillante y original ponencia de Armando Bartra (AB), Sexto sol, tiene como trasfondo una bella cosmogonía prehispánica sobre los cinco soles que le sirve para enmarcar la idea del fin de época al que hemos llegado (y la necesidad de inaugurar el sexto sol), a lo cual nos resistimos por nuestra visión lineal del tiempo y el mito del progreso: “el devenir concebido como ineluctable marcha en ancas del desarrollo científico-tecnológico hacia un orden de abundancia total y certeza plena”. Por ello no nos percatamos de que vivimos una crisis civilizatoria inédita por sus múltiples dimensiones y su radical globalidad, que AB caracteriza así:
“...no es una crisis económica más, es un fin de fiesta, un cambio de época... los que se desfondaron no son sólo el entramado financiero, la producción y el mercado, también están exhaustos el modo de relacionarse con la naturaleza, los patrones de consumo y de urbanización, el modelo científico-tecnológico, el imaginario colectivo, la socialidad, la política, el Estado... Se esfuma igualmente el paradigma del progreso y con él la negación del pasado y la fetichización del porvenir... En un suspiro cósmico se consumió hasta la raíz nuestro modo de ser-en-el-mundo”.
AB aborda el pensamiento de Marx, de Baran-Sweezy y de Rosa Luxemburgo. Critica los abordajes endógenos (de los que exculpa sólo a Luxemburgo) porque:
“pecan de la misma unilateralidad economicista. Cojera que comparten con el sistema... Pero la crisis... es también y ante todo la crisis de una ruptura y una inversión por las que la esfera económica se autonomizó y se impuso sobre el resto de las relaciones sociales...es la crisis de la dictadura del valor de cambio sobre el valor de uso por la que hombre y naturaleza devinieron mercancías ficticias...es la crisis del avasallamiento del hombre de carne y hueso por el hombre de hierro. Y una crisis así demanda esclarecer las contradicciones endógenas del sistema económico en que se gesta, pero también y con más razón las exógenas... dar cuenta igualmente de los problemas que aquejan al valor de uso: la devastación capitalista del hombre y la naturaleza”.
A contrapelo de las tesis usuales, sostiene que la crisis actual es crisis de escasez y no de abundancia (lo que resulta muy polémico):
“Y es que el capitalismo contemporáneo no es un mundo de abundancia inicuamente distribuida sino un mundo de escasez extrema y generalizada, un mundo donde el agotamiento de los recursos naturales y sociales –incluyendo el espacio y el tiempo– ya no afecta sólo a los pobres sino también a los ricos, un mundo donde la amenaza de extinción pende sobre la propia especie humana.”
Bartra enumera seis “pústulas”, seis crisis: desorden climático, petróleo caro, guerras, hambruna, éxodo y depresión económica, que:
“remiten a la factura profunda –ontológica– del modo capitalista de producir; al pecado original del absolutismo librecambista consistente en que, como un Midas del código de barras, todo lo transforma en mercancía, incluso al hombre y la naturaleza –que proverbialmente no lo son– pero también al dinero que es un medio de cambio y no un producto entre otros”.
Bartra sostiene que, aparte de los seis flagelos, una fractura “mayor y transversal al sistema es el carácter progresivamente rentista del capitalismo”. Ejemplifica con el petróleo, la mayor parte de cuyo valor es renta, a la que define como “la forma que adopta en el mercado el beneficio económico que le genera al capital el empleo productivo de un bien natural escaso y diferenciado... tierra, agua, aire, biodiversidad, recursos del subsuelo, franjas del espectro electromagnético, ubicaciones privilegiadas”. Concibe la renta como “epifenómeno de la escasez, cuando ésta se presenta en el contexto de la producción capitalista”. Para reforzar su tesis de la escasez radical que produce el capitalismo, afirma que “hoy son escasos recursos naturales que hace 200 años parecían inagotables”. Sobre este punto analiza el pensamiento de David Ricardo, quien en su opinión desarrolló la concepción más penetrante sobre la renta. Concluye:
“La renta no es una perversión ocasional, un sobrelucro infrecuente y marginal. Estamos rodeados de rentas por todas partes...un sistema que debía sustentarse... en la acumulación de plusvalía generada por la inversión productiva, no sólo reproduce sino que amplía las fuentes de ingreso de raigambre precapitalista sustentadas... en la apropiación de recursos escasos... el capitalismo realmente existente se reveló como un sistema rentista donde la inversión productiva es un medio para realizar las rentas...”.
Ideas muy originales y sugerentes que, sin embargo, dejan fuera la renta más importante (como se apreció en las ponencias de Guillén y Boltvinik): la del dinero (Véase gráfica). Al final de su ponencia, AB mira hacia adelante:
“Necesitamos paradigmas alternos, necesitamos jubilar al capitalismo y despedir a sus acólitos, necesitamos desguazar al ‘autómata animado’ y fundir al ‘hombre de hierro’, necesitamos airear o de plano reinventar el Estado, necesitamos zurcir el tejido social... Y todo esto lo necesitamos no para ser libres, sabios, opulentos y felices sino simplemente para seguir vivos. Basta de prometer las perlas de la virgen al triunfo de ‘la revolución’; lo inmediato es parar el ‘molino satánico’ desbocado, después, ya veremos”.
En ese estilo informal que lo caracteriza, continúa diciendo:
“Todo indica que llegamos a un fin de capítulo en la gran narrativa histórica. Entre zapatazos y abucheos concluyó una de las fases más desmecatadas del capitalismo, y el mercantilismo absoluto está exhausto. La gran pregunta es quién pagará los platos rotos... Si el malcriado la libra con un zape, el costo correrá por nuestra cuenta y lo más probable es que vuelva a las andadas. En cambio, si se nos ocurre pronto un modo de producir que no se le hinque a las ganancias y nos animamos a ensayarlo, seguramente el precio será menor y el futuro más soleado”
Y en el párrafo final anuncia el Sexto Sol:
“Los de antes estaban en lo cierto: la historia es una narración integrada por capítulos sucesivos. Y el nuestro terminó. En cambio, me parece que los antiguos andaban errados al dejar en manos de los dioses la autoría de la novela... El sexto sol está a las puertas, pongámosle título al nuevo capítulo y empecemos a escribir...”