viernes, 12 de noviembre de 2010

La ambición del infinito poder, causa de la violencia en México

29 de agosto de 2010, La Jornada
Matthieu Ricard visitó el país para ofrecer dos conferencias en el Teatro de la Ciudad
“La ambición del infinito poder, causa de la violencia en México”
El coautor de El monje y el filósofo propone llegar a la noción del perdón, “que no desmemoria”, y “percatarse de la virtud de la satisfacción, que no significa no hacer nada ante la realidad que aplasta”
PABLO ESPINOSA

Matthieu Ricard en entrevista: “El tipo de violencia que está desangrando a México tiene dos componentes centrales: la ambición y la falta de consideración hacia el otro. Una forma distorsionada, disfuncional, de la búsqueda de la felicidad. La ambición del infinito poder y los bienes materiales y no valorar la individualidad de los demás. Deshumanizar a los seres humanos”.
Matthieu Ricard vino a México para participar en las conmemoraciones por el centenario de su maestro Kyabe Dilgo Khyentse Rinpoche, que se realizaron viernes y sábado en el Teatro de la Ciudad.
Investigador de genética celular, fotógrafo, escritor, Matthieu Ricard es hijo del filósofo francés Jean-François Revel, con quien escribió El monje y el filósofo. Es también autor de El infinito en la palma de la mano, en coautoría con el astrofísico Trinh Xuan Thuan. Sus libros más recientes (editorial Urano, todos ellos en español) se titulan En defensa de la felicidad y El arte de la meditación. Ha cambiado muchas vidas para bien.
En la actualidad desarrolla proyectos de estudio con científicos especializados en neurología, entre ellos Tania Singer, directora del Instituto de Neurociencias Max Planck de Lepizig.
En entrevista con La Jornada, aborda, a pregunta expresa, el estado de inquietud y zozobra que azota México: “violencia causa violencia. Gandhi decía: si tomamos ojo por ojo, diente por diente, la humanidad quedaría ciega y chimuela. El Buda dice: si el odio remplaza al odio, no hay final para ese ciclo de odio. Y esto nos lleva a la noción del perdón, que no significa desmemoria, decir: no se preocupen, en el fondo el dictador, el genocida, es buena persona”.
Propone: “tenemos que darnos cuenta de la virtud de la satisfacción, lo cual no significa que no tengas propósitos altos en la vida, que no seas creativo, que no hagas nada frente a la realidad que te circunda o que te aplasta, que no te condenes a no hacer nada extraordinario”.
Muy divertido, comparte: “casi no veo películas, pero el otro día pasaron una de acción, donde Sean Connery le preguntaba a una mujer que le pedía 4 millones de dólares: ¿qué puedes hacer con 4 millones que no puedas hacer con dos? Y eso me parece una gran verdad: con dinero no puedes hacer nada para ti, pero sí para los demás.
“Cuando escribí El monje y el filósofo vivía con unos 30 dólares al mes, muy feliz, muy satisfecho. El libro tuvo mucho éxito y llegó mucho dinero. Me pregunté: ‘¿qué voy a hacer? No me voy a comprar un Ferrari’. Hice la Fundación Karuna (www.karuna-schechen.org) para proyectos humanitarios, educación y servicios sociales, desde el cual desarrollamos actualmente unos 40 proyectos y ahí se destina el ciento por ciento de las regalías de todos mis libros y soy entonces más feliz que si tuviera un Ferrari en mi garage”.
–¿De qué manera la cultura, las artes, la filosofía, la ciencia, aportan respuestas?
–La filosofía busca una visión justa del mundo, y no construir enormes montañas de fabricaciones intelectuales. Hay filósofos tan elevados que no se les entiende nada. A veces me siento completamente estúpido cuando leo a alguno de estos filósofos modernos. No entiendo nada.
“Uno de ellos mismos preguntó hace poco: ‘¿por qué todos esos filósofos se empeñan en escribir en un lenguaje tan oscuro?’ Si la idea es buena, debe entonces ser expresada de manera clara. Cuando escriben con ese vocabulario tan sofisticado, hay muchas personas que no los pueden entender y eso lo convierte entonces en algo inútil para la humanidad.
“Mi padre, Jean-François Revel, solía decir que los filósofos griegos planteaban tres preguntas: ¿qué puedo saber?, ¿cómo debo gobernar? y ¿cómo debo vivir? La primera respuesta tiene que ver con el cómo funciona la mente, los mecanismos que conducen a la felicidad o al sufrimiento. La segunda respuesta es la democracia, el respeto por los otros, los derechos civiles, el contrato social, la consideración por los demás, una sociedad justa.
“A la tercera respuesta, mi padre unió a sus propuestas las del filósofo Spinoza y las respuestas que miles de años antes ya había proporcionado el budismo. Desarrollamos entonces lo que llamamos una ética secular, o una forma secular de vida, lo cual resulta trascendente en la vida moderna cuando hay tanto sentido de pérdida, y todos están en la búsqueda de guía.
“La gente encuentra entonces esos libros donde les indican cómo ser feliz en siete pasos. La ética secular que propone hoy el budismo se fundamenta en una profunda ciencia de la mente. Eso es lo que tiene para ofrecer. No hacer budistas a las personas, sino ofrecer. El Dalai Lama suele decir: no viene aquí para hacer uno o dos monjes, sino para compartir algo de nuestra experiencia en el estudio de valores humanos. Por eso le llamamos ética secular. Y secular no significa insípido, sino universal”.