27 de agosto d 2010, La Jornada
Carlos Fernández-Vega
■ Que 28 años no son nada
Saqueo sin saqueadores
■ Moral y árbol de moras
Han transcurrido 28 años desde que José López Portillo (en su último informe de gobierno y en medio de feroz crisis política, económica y social) pronunció aquella célebre frase de “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”, la cual de inmediato viene a la memoria como mero pitorreo cada que se divulgan informes como el que ayer publicó La Jornada como nota principal: “mexicanos sacaron del país 51 mil 364 millones de dólares” en 39 meses de calderonato (enero de 2007-junio de 2010), monto –detalla la información– equivalente a la mitad de las tan cacareadas reservas internacionales del Banco de México.
El contenido del informe publicado por La Jornada, bajo la firma de Roberto González Amador, es demoledor, porque demuestra –con cifras oficiales– que lejos, muy lejos de cumplirse el apotegma lopezportillista, a casi tres décadas de distancia el saqueo no sólo ha sido permanente, sino que se ha profundizado para alcanzar a estas alturas proporciones verdaderamente bestiales que ningún país medianamente bien plantado puede soportar, como México comprenderá.
Para dar una idea de qué se quejaba José López Portillo aquel primero de septiembre de 1982, cuando expropió la banca y decretó el control generalizado de cambios, recuérdense las cifras sobre fuga de divisas que en aquella ocasión denunció el ex mandatario y el daño que su salida provocó al país: “conservadoramente podemos afirmar (…) que de la economía mexicana han salido ya, en los dos o tres últimos años, por lo menos 22 mil millones de dólares, y se ha generado una deuda privada no registrada, para pagar hipotecas, pagar mantenimiento e impuestos, por más de 20 mil millones de dólares (44 mil millones en total)… en unos cuantos, recientes años, ha sido un grupo de mexicanos (…) el que ha sacado más dinero del país que los imperios que nos han explotado desde el principio de nuestra historia”. La salida de esos 44 mil millones de dólares de la economía mexicana –generados y concentrados internamente– y su depósito en el extranjero –fundamentalmente en el sistema financiero de Estados Unidos–, decía JLP, hundió al país.
La información publicada por La Jornada detalla: “empresarios y particulares mexicanos transfirieron recursos al exterior por 51 mil 364 millones de dólares desde el inicio de la actual administración federal y hasta junio pasado. Esos recursos fueron utilizados tanto para ser abonados en cuentas bancarias como para emprender o ampliar negocios fuera del país, reveló información del Banco de México… Para fines comparativos, los 51 mil 364 millones de dólares transferidos al exterior en lo que va de este gobierno multiplican por siete las salidas registradas, en ambos renglones, en el periodo comparable de la administración encabezada por el también panista Vicente Fox Quesada. Entre enero de 2001 y junio de 2004, las transferencias de mexicanos a cuentas bancarias del exterior y las realizadas para emprender o ampliar negocios fueron de 7 mil 415.2 millones de dólares, de acuerdo con la información del banco central, actualizada este miércoles en su reporte trimestral sobre la evolución de la balanza de pagos”.
Entonces, 28 años después el saqueo no sólo está a plenitud, sino que resulta mucho mayor al denunciado en 1982 por López Portillo, y entonces como ahora se mantiene como una práctica legal; totalmente inmoral, si se quiere, pero absolutamente legal, por dos cosas, fundamentalmente: porque el gobierno se mantiene en la falaz creencia de que un sistema financiero totalmente abierto y sin regulación alguna no sólo es eficaz, sino hasta patriota, y dos, porque los barones del dinero son fieles creyentes y practicantes de aquel apotegma que versa así: moral es un árbol que da moras, o vale para una chingada (Gonzalo N. Santos, El Alazán Tostado, dixit).
Así, bajo este férreo precepto, los dueños del dinero sacaron del país 51 mil 364 millones de dólares en 39 meses de calderonato (enero de 2007 a junio de 2010), a razón de 44 millones de billetes verdes diariamente, o si se prefiere, 1.8 millones por hora. De ese tamaño es el saqueo (sin considerar el registrado en tiempos de Miguel de la Madrid, en los Carlos Salinas, en los Ernesto Zedillo y en los de Vicente Fox), y de esa proporción, también, la “confianza” que les provoca el régimen calderonista. El mecanismo es sencillo, recurrente y circular: las utilidades generadas en México van a parar a otros sistemas financieros, normalmente paraísos fiscales; con ello presionan aún más al autodenominado gobierno para que les conceda más gracias y mayor participación en los grandes negocios con los bienes de la nación, y se la otorgan, con lo que obtienen enormes ganancias que van a parar a los susodichos sistemas financieros, lo que les permite aumentar la presión, para que les concedan más beneficios (etcétera), de tal suerte que al país lo saquean por las dos vías, con la bendición de quienes, se supone, deberían velar por los intereses nacionales.
La composición del “grupo de mexicanos” que López Portillo denunció 28 años atrás como responsable del saqueo a la nación no es muy distinto al actual; incluso se puede decir que tampoco distinto hacia atrás de JLP: lo conforman los oligarcas de siempre, con cambio de estafeta generacional, más los habilitados por el modelo económico impuesto desde hace tres décadas, sin dejar a un lado los beneficios que genera el financiamiento privado de las campañas electorales. ¿Algún país aguanta el ritmo impuesto por el grupo concentrador de la riqueza y saqueador de la nación? Ninguno, y México es el ejemplo concreto. Treinta años de estancamiento, en el limbo, sin desarrollo, sin alternativas para su gente, con millones de ninis, emi(grantes), desem(pleados) y depau(perados), y los mismos saqueadores con iguales políticos.
Eso sí, los informes nunca dan nombres de los saqueadores. Como se ha comentado en este espacio, el nuestro se ha convertido en un país de violaciones sin violadores; de responsabilidades sin responsables; de atracos sin atracadores; de asesinatos sin asesinos; de saqueo sin saqueadores, y en el exceso, de autoridades sin autoridad.